domingo, 11 de diciembre de 2016

Capítulo 4.





No fui capaz de levantar nuevamente la vista hacia él, la timidez se apoderó de mí sin problema alguno; de hecho me sorprende haber mantenido aquel contacto visual por aquellos segundos, eso en mí es un gran logro. Tengo un debate interno entre la necesidad infinita de mirarlo, y con ello desnudar hasta sus más profundos secretos, pero a la vez querer de huir  por temor a que sea él quien descubra los míos… como si tuviese ese poder. No sé si me sigue observando. Ya que no hay nada de interesante en mi doy por descartada la opción, pero no tengo la valentía de corroborarlo. –Ya déjate de estupideces – tomo mi esfero y empiezo a tomar apuntes sin importancia de lo que iba escuchando, mientras acataba mi orden interna y hacía el esfuerzo de alejar esa extraña sensación de mí e ignorar el impulso ilógico de volver a deleitarme con su presencia.

No me di cuenta en qué momento finalizó la clase, pero ya todos recogían sus cosas y se disponían a salir. Había logrado olvidar completamente el hombre que estaba en frente. Respire profundo y me dediqué a hacer lo mismo, siguiendo la idea firme de no volver a poner mis ojos en su dirección. Cambiando rápidamente de pensamientos, contemple que probablemente sería muy buena opción mudarme más cerca de la universidad, como siempre me lo ha dicho Isabel, teniendo en cuenta mi dificultad para despertar a tiempo. Bueno ya tendría tiempo para tomar esa decisión.
Cuando me levante de la silla y me gire para salir sentí unos brazos a mi alrededor que me apretaban con fuerza, no tuve tiempo de ver el rosto de quién era, pero realmente no lo necesitaba para saber.

-          ¡Mayte! – esa inconfundible voz chillona que le salía cuando estaba contenta. Es común que agudice más su tonalidad cuando algo la emocionaba de sobre manera; para muchos podría ser molesto, pero yo amaba esa voz tanto como a ella – ¿Dónde habías estado metida Chi?, ¿Por qué no llegaste antes de la clase?

-          Hola Isa… si me dejarás respirar, quizás te pueda contestar lo que preguntas –musite entre labios, a la vez que respiraba forzosamente tratando de llenar mis pulmones con oxígeno, con la poca oportunidad que me daba. La risilla de Fernanda resonó junto a nosotras. Me fue soltando poco a poco, como si le costara separarse de mi cuerpo, hasta que me liberó por completo, no sin antes dejar un sonoro beso en mi mejilla. Inhale y exhale con fuerza para reconfortar mis pulmones - ¡Gracias!

-          Hola mi May – un abrazo cálido y delicado, a la par de un beso sutil en mi otra mejilla; no hay característica en esta mujer, de ojos profundos, que no sean los de una dama. Inmediatamente me embargo aquel maravilloso perfume de orquídeas que solo ella utilizaba.

-          Hola mi Fer – nos separamos del abrazo, y empezamos a desplazarnos hacia la salida, ya solo quedaban unas cuantas personas adentro. No sabía si él también, “No tiene por qué interesarte” arrojo mi cabecita, y aprobé su acotación – Y en cuanto a sus preguntas, adivinen quién llego tarde, para variar.

-          ¡TÚ! – exclamaron en coro, desencadenando nuestras risas. Era algo que ya catalogábamos de normal, “Mayte Lascurain siempre llega tarde” esa es la frase de mi vida.

-          Exacto, llegue dos minutos tarde y la puerta, increíblemente, ya estaba cerrada – ya estábamos en los pasillos externos. De manera extraña empecé a sentirme observada, pero no le tome importancia.

-          Sí, mi May. Creo que ahora si vas a tener hacer lo imposible por llegar temprano, si todos los maestros van a ser como esta.

-          Fer tiene razón, y yo te lo he dicho mil veces, múdate más cerca como nosotras.

-          Lo voy a pensar seriamente, se los prometo.

Entre risas y comentarios fugaces llegamos a la primera planta del edificio, teníamos una hora libre para la siguiente clase, lo que significaba una sola cosa: café y una buena dosis de conversación. Era necesario ponerlos al tanto de lo que había hecho cada una, durante las vacaciones; habíamos hablado por chat y normalmente hacíamos lo de siempre, pero eso no interesaba siempre teníamos tema de charla. Llegamos a la cafetería, Fernanda y yo fuimos a buscar la fortuna de encontrar una mesa libre, mientras Isa iba por los cafés. Junto a las palmas que decoraban el alrededor encontramos una mesa, con las sillas necesarias; tomamos asiento y tras nosotras ya venía Isabel.

-          Listo, aquí está la dosis de cafeína diaria muchachas – el aroma del café inunda el espacio, instantáneamente la felicidad me rebosa. Mi adicción por este líquido oscuro y cargado, es infinito – Ahora sí, cuénteme que hicieron este tiempo sin mi adorada presencia.

-          Extrañarte, por supuesto. Que mensa eres – las palabras enredadas de Fernanda, a causa de su risa, desataron las mías – Pues me fui a visitar a mis abuelos, como de costumbre. El único plan que tengo para huir de la cotidianidad y caos de esta ciudad. Nada del otro mundo, solo me deje mimar hasta más no poder.

-          Yo amo a tus abuelos wey, son puro amor. Apunta que para las próximas vacaciones me voy contigo, necesito una dosis de apapachos urgente – “la Negri”, como le llamamos a Fernanda, asintió gustosamente – Yo me la pase sumida entre las paredes de mi casa, tapando a Mimi en sus salidas nocturnas para que mi pá no la cachara y escuchando el resumen diario de los casos en el juzgado que tenía él. Voy a terminar haciendo un libro de sus mini historias.

-          Tienes el material y el talento, así que te estas tardando. ¿Y tú, mi May?

-          Me quede aquí leyendo, disfrutando de mi soledad. Pero tuve que viajar unas semanas a Guadalajara, mis padres eran capaz de venir por mí si no aceptaba ir una temporada de vacaciones con ellos y Agustín. No me quejo porque realmente los extrañaba y la pase bien, a excepción de la metiche novia de mi hermano.

-          La hermanita consentida sigue celosa de que otra mujer le robe la completa atención de su hermano – Isabel me hacía burla mientras me molestaba la nariz con su dedo índice, el cual aparte con mi mano mientras bufaba -.

-          No manches Mayte, Agustín lleva con ella meses y tú sigues con lo mismo.

-          Bueno ya déjenme, no estoy celosa… pff, claro que no – ambas se me quedaron viendo con una ceja levantada, rodé los ojos con resignación – Bueno que quieren que haga, siempre hemos sido Agustín y yo, sin ninguna peli roja entrometida. Es MI hermano – hice un esto de tristeza, apoyando mis codos en la mesa y mi cara entre mis manos.

Entre risas, bromas y resúmenes seguimos hablando largo y tendido. Fer nos estaba enseñando algunas fotos que había sacado en el rancho de sus abuelos y de lo que había hecho durante ese tiempo, era un lugar realmente acogedor. De repente volví a sentir que alguien tenía su mirada fija en mí, de una manera potente. Mire a mí alrededor, tratando de escanear cada uno de los rincones que mis ojos alcanzaban, sin éxito alguno. La sensación se hacía cada vez más presente, logrando erizarme cada uno de los vellos de mi espalda y formando un nudo en mi estómago. El solo hecho de que alguien me observara me ponía nerviosa, pero que esa mirada causara aquel revuelo de emociones en mi era algo que me ponía más nerviosa; ni siquiera sabía quién lo estaba haciendo o, peor aún, si alguien realmente me estaba mirando… ¿y si solo era producto de mi imaginación? Por un momento caí en cuenta de que sentí lo mismo cuando me topé con aquel chico y cuando nos miramos en el salón. –Ay Mayte por favor, ahora vas a pensar que aquel sueño hecho hombre te está siguiendo para mirarte – elimine completamente esa sugerencia estúpida de que podría ser él, ni sé de donde salió. La voz de Isabel me regreso a la realidad.


-          Díganme, por favor, que ustedes también se fijaron en el cuero de hombre que entro a mitad de la clase. Claro que lo vieron, si paralizó a todas las presentes.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Capítulo 3.



No quiero, no quiero... no hay necesidad de que me presente, no sirve de nada, es una total pérdida de tiempo. El movimiento constante de mi pierna derecha y la sangre que empiezo a percibir en mi boca, a causa de morderme el labio internamente, son el producto de la ansiedad y miedo que me producen este tipo de cosas. ¿Qué puedo decir? No soy muy interesante para tener algo que compartir, algo que no sea lo que lógicamente todos decimos. Vivo aquí, en ciudad de México, sola ya que mis padres están en Guadalajara, al igual que mi hermano mayor.  Soy de estatura baja – considerablemente -, piel blanca como la leche – lo cual hace que mi relación con Helios* no sea muy buena, ante el menor contacto con él me pongo roja como tomate y me duele hasta que me miren -, cabello rubio no muy largo, no me quejo de mi apariencia física y siempre atribuyen que mis ojos color café claro son bonitos; me conformo con ello. No soy muy sofisticada a la hora de vestir y arreglar, no significa que sea dejada, pero soy bastante sencilla en ese aspecto. Y qué puedo decir de mi timidez, desde niña me ha jugado en contra; no soporto que me miren o me esté llevando la más mínima atención, siento que en cualquier momento puedo quedar en ridículo, prefiero pasar desapercibida en cualquier lugar o momento. Soy muy profunda, en cuanto a la percepción de la vida misma y sus situaciones. Fin, esa es la aburrida vida de Mayte Lascurain. Nada que pueda ser relevante de contar frente a mis compañeros de clase.

Es mi turno de presentarme, siento que se me va a salir el corazón del pecho y mi pulso se eleva tanto que parece que estuviese corriendo una maratón. Cierro los ojos y respiro profundo un par de veces para reunir valor. Justo cuando me dispongo a levantarme, el sonido de la puerta interrumpe. Y ahí está de nuevo él. Toda la atención del lugar se centra en el trayecto que traza desde la puerta hasta nuestra maestra, se acerca a su oído y le menciona algo; ella parece estar sumamente atenta a cada palabra. En solo un día este “sin nombre, divino” me salva por segunda vez, - nota mental: dejar de ponerle sobrenombre. ¿¡“Divino”!? ¿De verdad, Mayte? ¡Carajo! -. Ruego, a todas las energías posibles, que sea lo que sea que esté pasando interrumpa mi trágico destino de tener que presentarme. Veo que la mujer asiente con la cabeza, y él se sienta en una de las sillas conjuntas al escritorio. ¿¡QUÉ!?, ¿¡SE VA A QUEDAR!? Ahora sí, ¡Estoy jodida!

-          ¿En quién íbamos? ¿señorita? – Me mira fijamente. Si de por si soy blanca puedo jurar que en este momento tiene más color una hoja de papel, a excepción de mis cachetes y pecho, que han de estar rojos como la sangre. Desvió mi vista a él, y percibo como tiene su mirada fija, detallándome. Bendita suerte la mía, se presenta todo el mundo y tiene que entrar cuando solo falto yo por hablar. Si no me apresuro esta señora va a estallar de estrés. Bueno, Mayte vamos, solo piensa que es alguien más. A ver, no lo conoces, por ende no tiene por qué ponerme nerviosa; a quién quiero engañar si este don nadie hace que me sienta como una niña de 5 años y siento pena de mi - ¿Hasta cuándo la tenemos que esperar?

-          No, perdón – logro mascullar mientas me levanto lentamente, y me repito a mí misma que solo es esto, la continuación del semestre seguiré siendo una sombra. Tomo la sensata decisión de ignorarlo completamente, por mi bien emocional. Busco rápidamente los ojos de Isabel y Fernanda, enfocándome solo en ellos; es la mejor técnica con la que cuento para controlarme. Ellas me dan tranquilidad– Mi, mi nombre es Mayte Lascurain – me tiembla la voz, pero si me doy el lujo de tomarme un tiempo dudo que pueda seguir hablando – Desde que tengo uso de razón me gustan los libros, la lectura es mi actividad favorita; por ello me escogí  esta carrera. Mis aspiraciones oscilan entre pertenecer a alguna editorial de libros o, quizás, transcriptora de textos en idiomas. No tengo grandes pasatiempos, como ya lo dije, para mí sentarme con un libro es la mejor inversión de mi tiempo – Listo, ya, no más, no me pidan más de mí.

Me siento rápidamente, porque mis piernas me envían señales avisando que en cualquier momento pueden fallar. Respiro profundo las veces que son necesarias para relajar mis pulmones, temperatura, ansiedad y nervios. Carajo, parece que mi cuerpo entrara en un remolino de sensaciones y emociones, peores a las que experimento con el vértigo. La muy sensata señora retoma el control del lugar, y me alivia saber que no intento preguntar nada más de mí. Me toma unos cuantos minutos regular todos mis sentidos. Cuando siento que ya puedo respirar sin dificultad me doy el lujo de levantar mi mirada, mis ojos buscan su imagen nuevamente. Esta distraído con su teléfono, así que me doy permiso de detallarlo lentamente.  

Es un hombre demasiado varonil, alto, corpulento y tonificado. Pelo castaño y barba, perfectamente cuidada. Su nariz es ancha y a la vez respingada, eso hace que tenga un perfil bastante particular y llamativo. Cuando nos chocamos pude detallar su mirada, extrañamente profunda, con esos ojos verde oscuro que logran hipnotizar. Tiene un porte tan demandante que su sola presencia le impone a cualquiera, sin duda alguna el hombre que cualquier mujer desearía; y no es equivoca la idea, puedo apostar que más de una presente aquí en la sala esta emboba mirándolo. – Igual que tú, idiota - ¡Yo no lo estoy mirando!, bueno… no en ese sentido, solo estoy… ¿analizándolo? Escucho como mi querida vocecita interna se burla de mí. No sé cuánto tiempo me quedo con la vista pegada a él, pero presiento que fue lo suficiente para que se sintiera observado. Levanto su vista de su móvil, supongo que buscando esa mirada sobre él, y en ese momento sus ojos se encontraron con los míos. Una sensación extraña me recorrió de pies a cabeza, me sostenía la mirada y mi propósito era hacerlo también, pero después de unos segundos no aguanto. Me ruborizo de inmediato, la sensación que me provoca en mí, el saber que me mira es algo que no puedo explicar. Bajo mi vista hacia mis manos, resignada a que el duelo de miradas lo acaba de ganar él.



*En la mitología griega, es la personificación del Sol.
*Imagen; Orgullo y perjuicio - Jane Austen

sábado, 13 de agosto de 2016

Capitulo 2.

Trato de reaccionar, de mover por lo menos alguna parte de mi cuerpo, pero todo intento es fallido. Ambos nos observamos a los ojos, supongo que un par de minutos, pero ninguno actúa solo estamos ahí, mirándonos. – Quita la cara de estúpida y haz algo. En los exámenes no te preguntaran por los ojos verdes de este dios griego, eso te lo aseguro – sentencia esa vocecita de mi conciencia, tiene razón. Parpadeo varias veces, y retomo mi postura, mi cerebro busca desesperadamente algún estimulo que encuentre mi voz, ¡Bingo, ahí está! Está bien, solo habla tranquila y trata de no parecer estúpida.

-          Si, si, lo sé – tartamudeo, fantástico ya falle en lo segundo – Es que no vivo cerca, y tuve inconvenientes para llegar – termino la frase rápido para no darle oportunidad de fallo a mi voz. Pero su mirada fija hace que se me ericen hasta los vellos de la nuca.
-          Entiendo, pero no creo que pueda entrar. Como le dije, con ella son bastante claros los temas de los horarios – su voz peculiar hace que todo lo que salga de su boca tenga un toque de elegancia. Pero no logra hacer que ignore lo que dijo.
-          ¡Demonios! – suspiró frustrada, suelto mi bolso en el piso y me siento recostada a la pared tratando de mantener la calma. No puede ser que  me pase esto, el primer día.
-          Pero… - lo oigo dudar aun de pie en el mismo sitio, sin retirar su vista de mí. Aclara la garganta – quizás María Clara no ponga objeción, siendo esta la primera clase.
Lo vuelvo a observar a los ojos, benditos ojos los que se carga este hombre - ¿De verdad? ¿Puedo entrar? – me voy levantando despacio a la par que recojo mis cosas junto con mi dignidad, por andar de payasa botando las cosas.
-          Veremos, solo entre atrás de mí y traté de no hacer ruido – se dirige a la puerta y toma la perilla. Me apresuro y me posiciono tras de él.
-          Muchas gracias, en verdad – No contesta nada más. Hasta su espalda merece atención. ¡Ay por favor! Focalízate.

Lo observó abrir la puerta con sumo cuidado, sin emitir ruido alguno. Ingresa a ella, y me da paso para repetir su acción. La sala está llena, solo quedan un par de sillas vacías en la última fila. Todos los presentes están atentos a un video que pasa por el proyector, al parecer nadie nota mi presencia y me alegro por ello. Veo que “El inverosímil” - ¿Qué? ¿Cómo lo llamaste? – me hace un gesto para que ocupe rápido un lugar, asiento levemente con la cabeza en son de agradecimiento y acato su orden sin hacer ningún tipo de ruido. Cuando mis ojos vuelven a reclamar su imagen, veo cómo abandona el lugar sin atención alguna.  Suspiro.

Observo atentamente la sala, pero con la poca luz que cuenta es difícil distinguir rostros. Me resigno a mirar lo que pasa el proyector, por lo que deduzco es de esos videos introductorios que te ponen iniciando las clases. No inventes, siempre lo mimo, ni siquiera se toman el trabajo de cambiar el parlamento o tan siquiera las fotos que muestran. Por favor que no salgan con la pendejada rutinaria del primer día: “Levántese, diga su nombre, pasatiempos, por qué escogió esta carrera y que aspiraciones tiene con respecto a la clase”, desde el kínder es lo mismo ya estoy en octavo semestre de literatura latinoamericana y lo seguimos haciendo, empiezo a creer que a los profesores les da más güeva que a nosotros la primera clase y no preparan nada, ese es su comodín.

La luz de la sala se enciende, y mis ojos recienten el cambio abrupto. Frente a nosotros se levanta una mujer de cabello oscuro perfectamente peinado, tez morena, delgada y chapara – mira tú, quien lo viene a decir –, creo que no supera los 45 años. Empieza a darnos la catedra habitual de inició, con tono amable. Típico a primera impresión se muestran inofensivos, pero con la primera nota tratan de asesinarte. Lo sabía, ahí vamos con las presentaciones de nuevo, ya conozco a mis compañeros, estudio con ellos hace siete semestres y no me interesa volver a escuchar sus aspiraciones. Esteban se levanta de su asiento para relatarnos, otra vez, como desde esta carrera aspira a ser un escritor de la talla de Shakespeare, me es inevitable no voltear los ojos con semejante “aspiración”– es un moreno alto, corpulento, de cabello crespo y negro como el petróleo -. Uno no es sincero en estas cosas, a ver alguien no diría “Mis padres me obligaron a estudiar” o “Mi pasatiempo es vestirme de lentejuelas en la noche, salir y empedarme hasta más no poder”, una ligera carcajada se escapó de mi garganta.

-          Muy bien, sigamos con la señorita del fondo que al parecer está muy divertida con la clase – Me observa fijamente, levantando una ceja. Cambio de opinión, esta no espero a la primera nota para mostrarse conmigo.
-          Eh… – siento mi sangre en los pies, mi pecho empieza a picar y mis mejillas a arder. Odio llamar la atención, y ahora todos tienen la mirada sobre mí. Me quedo estática mirándola a los ojos sin saber que decir, quiero salir corriendo pero conociéndome soy capaz de caer al primer paso.
-          La estamos esperando – trato de respirar profundo, pero no puedo. Me empieza a temblar el cuerpo entero, maldito pánico escénico.
-          Yo quiero hablar – Dirijo mi vista a quien pronuncio esas palabras en son de mi salvación. Una ligera sonrisa se pinta en mis labios, no podía ser otra que esa hermosa morena  de crespos que tanto adoro. Fernanda se acaba de ganar el cielo con esto, todos los presentes giran a observarla mientras hace su presentación; una sensación de alivio recorre todo mi cuerpo a la par que mis mejillas recuperan su temperatura normal.

Fernanda Del Valle, es una de mis mejores amigas, nos conocimos la primera semana de universidad, maravillosamente ambas nos chocamos mientras buscábamos un salón y a partir de eso aprovechábamos para entablar charlas y sentarnos juntas. Es una mujer delgada, estatura promedio, de tez morena – sinceramente, me fascina su tono de piel -, cabello churco y negro, pero su mayor atractivo son sus ojos; son color miel y grandes, cualquier persona que la conozca queda pasmado con ese par de joyas que tiene por ojos. Su esencia es admirable, es tranquila, sabia, no suele hablar mucho pero siempre interviene en el momento preciso y tiene un humor innato. Que decir de su elegancia, sin necesidad de esfuerzo no hay ocasión en que no se vea impecable. Le encanta leer y eso es lo que la tiene aquí, también es muy buena escritora pero dice que no se proyecta como tal, le llama mucho más la atención de crítica literaria y siendo sincera seria excelente en ello.

Y ahí está mi otro sol: Isabel Arrigunaga, con ella coincidimos al finalizar el primer semestre a causa de un trabajo en grupo, agradezco eternamente al maestro por habernos juntado. Cabello castaño y ondulado, de ojos café claros, un poco más baja que Fer pero más alta que yo, – bueno, cualquiera es más alto que yo – piel bronceada, de grandes curvas, cualquiera envidiaría el cuerpazo que se carga. Sin mentir, lo que más fascina de ella es ese carisma contagioso que posee,  te sonríe y te pega su alegría, es una habladora de tiempo completo – creo que si le tapan la boca le saldrían letreros –cuenta con excelentes ideas en todo lo que dice; es una mujer muy protectora, cálida, afectuosa y perfeccionista – esto último a veces hace que se exaspere por cosas tontas, pero su lema es: si vas a hacer algo hazlo bien, sino mejor no hagas nada -. Vanidosa como ninguna otra, su cabello arreglado, maquillaje a tono y lo más femenino a la hora de vestir, con un toque habitual de coquetería. Es excelente escritora, se inclina por la rama de la opinión periodística; todos sabemos que terminará siendo una gran columnista en alguna revista o periódico importante del país.

Solo tengo un hermano, Agustín, y siempre quise tener hermanas. Ellas dos son los más cercano a ello, son las hermanas que siempre anhele tener y las amo como tal.

Dicen que lo bueno no dura para siempre, y en estos momentos doy fe de ello. Uno a uno se fueron presentando, pero no sé en qué momento ya todos habían hablado e íbamos en mi compañero de junto. Ya no tengo escapatoria ni salvadora, voy a tener que pasar por el suplicio de levantarme, hablar de mi aburrida vida y que todos sean testigos, una vez, de mi “grandiosa” cualidad de ponerme roja a causa de los nervios que me atormentan. Cierro los ojos, suspiro resignada y me paso la mano por la cara, - vamos Mayte solo te levantas, hablas y fin, el resto de semestre no vuelven a notar tu presencia – me anima mi yo interior, y no tengo más opción que consolarme con eso. 

jueves, 11 de agosto de 2016

Capitulo 1.


Otra vez, otra vez. No puede ser posible, siempre la misma historia… no era que los seres humanos teníamos un reloj biológico, pues el mío se descompuso o ya de plano no lo traigo. Ahora tendré que correr hasta el metro, conseguir algo por ahí que me sirva como desayuno y rogar para que no me cierren la puerta de la clase; es mi primera clase de este semestre y voy a llegar tarde, no te gusta llamar la atención y vas a ser el centro de miradas por interrumpir la clase a la mitad. ¡Carajo! ¿Dónde deje los libros?... ya, ya, calma. Listo, no me falta nada.

Corro como loca por las calles, tratando de no chocar con alguien o irme de bruces contra el suelo. Tengo que ahorrar para un auto, digo, en un futuro porque ahora es utopía. Por fin diviso la estación, ojalá no tarde mucho en pasar el metro sino estaré perdida. Busco en el bolsillo de mi pantalón la tarjeta, la pongo en el identificador y paso el torniquete; las pantallas anuncian que la parada será dentro de unos minutos, observo mi reloj tengo y cuento con 26 minutos para llegar, según mis cálculos matemáticos de tiempo y distancia puedo llegar. No puedo evitar reírme para mí misma, “cálculos matemáticos” ¡ay por favor! Solo yo puedo reírme en toda situación de estrés, nota mental: tengo que aprender a ser sería. El sonido de mi estómago me saca de mi monologo interno, necesito comer, aquí dentro no hay nada así que tendré que esperar ver que encuentro en ciudad universitaria.

9: 53am…Trece minutos después estoy en la parada que me toca, al final de cuentas mis cálculos no son tan patéticos. Salgo de esta, y me dirijo a mi destino; pero antes debo encontrar algo de comer, sino juro que me sacaran del salón por mis ruidos estomacales que interrumpirán al profesor. Distingo una mujer que vende no sé qué cosa, pero mientras sea masticable no tengo objeción, me acerco, ordeno uno – sin inmutarme en preguntar que son - y lo cancelo; retomo mi camino mientras lo voy abriendo, lo pruebo y me place saber que tiene buen sabor, aunque inmediatamente a mi cabeza llegan las palabras de mi madre – No tragues cosas en la calle, eso no contiene ningún tipo de higiene. En una de esas te puedes morir –, siempre tan dramática, pero bueno si me llego a morir por lo menos será con el estómago lleno y no con mis tripas retorciéndose. ¡Llegue!, tengo tres minutos para subir e ingresar, no creo que empiecen a las diez en punto,  - Mayte, deja de suponer y sube ¡YA! – me grita mi queridísima conciencia, y decido hacerle caso; es de las contadas veces que dice algo razonable, la mayoría del tiempo solo suelta disparates.

Divisó el ascensor, y como de costumbre, un tumulto de gente a su espera. Son cinco pisos pero ni modo, la opción son las escaleras. Estoy en el cuarto piso y siento desfallecer, algo me dice que uno de mis pulmones se quedó en el piso de abajo; mi estado físico es peor que nefasto, solo me falta un piso. Apenas mis pies suben el último escalón, agradezco a la vida, uno solo más y mis piernas no me sostendrían. La sala 506 es al final del pasillo, no veo nadie afuera… mi suposición fue errónea, mi reloj marcaba 10:02 y al parecer ya la sesión había iniciado, me golpeo internamente por ello. Tomo la perilla de la puerta, inhalo profundamente para tratar de normalizar mi pulso cardiaco - creo que devolveré el panecillo que desayune – y cuando estoy dispuesta a abrir la puerta algo me detiene.

-          No puede ingresar, la clase comenzó hace 4 minutos y la puntualidad es una de las primordiales características de la señora Hernández – escucho una voz gruesa a mis espaldas que me sobresalta.


¡Maldición! Cierro los ojos haciendo presión, respiro profundo y me giró dispuesta a defender mi retraso para conseguir ingresar a la sala, me paralizó de inmediato. Esto tiene que ser una broma, mis ojos me deben estar fallando… un hombre así no puede ser real. Acabo de perder toda capacidad de razonamiento y habla, en mi cabeza solo existe una pregunta ¿De dónde salió este adonis tan perfecto?, ni en las mejores películas que he visto existe algo similar. 

Inicio.



Nos hablan de destino, universo, casualidades, coincidencias... Pero ¿Qué es lo cierto? ¿A que le debemos nuestros mejores y peores acontecimientos?
Sea lo que sea, hay algo que si cierto: Siempre, hay momentos maravillosos; en el lugar y con las personas correctas, cuando es el momento preciso para que ocurran...
- Nueva historia, con un concepto algo diferente. Espero les guste. No se priven de comentarios. -