jueves, 8 de septiembre de 2016

Capítulo 3.



No quiero, no quiero... no hay necesidad de que me presente, no sirve de nada, es una total pérdida de tiempo. El movimiento constante de mi pierna derecha y la sangre que empiezo a percibir en mi boca, a causa de morderme el labio internamente, son el producto de la ansiedad y miedo que me producen este tipo de cosas. ¿Qué puedo decir? No soy muy interesante para tener algo que compartir, algo que no sea lo que lógicamente todos decimos. Vivo aquí, en ciudad de México, sola ya que mis padres están en Guadalajara, al igual que mi hermano mayor.  Soy de estatura baja – considerablemente -, piel blanca como la leche – lo cual hace que mi relación con Helios* no sea muy buena, ante el menor contacto con él me pongo roja como tomate y me duele hasta que me miren -, cabello rubio no muy largo, no me quejo de mi apariencia física y siempre atribuyen que mis ojos color café claro son bonitos; me conformo con ello. No soy muy sofisticada a la hora de vestir y arreglar, no significa que sea dejada, pero soy bastante sencilla en ese aspecto. Y qué puedo decir de mi timidez, desde niña me ha jugado en contra; no soporto que me miren o me esté llevando la más mínima atención, siento que en cualquier momento puedo quedar en ridículo, prefiero pasar desapercibida en cualquier lugar o momento. Soy muy profunda, en cuanto a la percepción de la vida misma y sus situaciones. Fin, esa es la aburrida vida de Mayte Lascurain. Nada que pueda ser relevante de contar frente a mis compañeros de clase.

Es mi turno de presentarme, siento que se me va a salir el corazón del pecho y mi pulso se eleva tanto que parece que estuviese corriendo una maratón. Cierro los ojos y respiro profundo un par de veces para reunir valor. Justo cuando me dispongo a levantarme, el sonido de la puerta interrumpe. Y ahí está de nuevo él. Toda la atención del lugar se centra en el trayecto que traza desde la puerta hasta nuestra maestra, se acerca a su oído y le menciona algo; ella parece estar sumamente atenta a cada palabra. En solo un día este “sin nombre, divino” me salva por segunda vez, - nota mental: dejar de ponerle sobrenombre. ¿¡“Divino”!? ¿De verdad, Mayte? ¡Carajo! -. Ruego, a todas las energías posibles, que sea lo que sea que esté pasando interrumpa mi trágico destino de tener que presentarme. Veo que la mujer asiente con la cabeza, y él se sienta en una de las sillas conjuntas al escritorio. ¿¡QUÉ!?, ¿¡SE VA A QUEDAR!? Ahora sí, ¡Estoy jodida!

-          ¿En quién íbamos? ¿señorita? – Me mira fijamente. Si de por si soy blanca puedo jurar que en este momento tiene más color una hoja de papel, a excepción de mis cachetes y pecho, que han de estar rojos como la sangre. Desvió mi vista a él, y percibo como tiene su mirada fija, detallándome. Bendita suerte la mía, se presenta todo el mundo y tiene que entrar cuando solo falto yo por hablar. Si no me apresuro esta señora va a estallar de estrés. Bueno, Mayte vamos, solo piensa que es alguien más. A ver, no lo conoces, por ende no tiene por qué ponerme nerviosa; a quién quiero engañar si este don nadie hace que me sienta como una niña de 5 años y siento pena de mi - ¿Hasta cuándo la tenemos que esperar?

-          No, perdón – logro mascullar mientas me levanto lentamente, y me repito a mí misma que solo es esto, la continuación del semestre seguiré siendo una sombra. Tomo la sensata decisión de ignorarlo completamente, por mi bien emocional. Busco rápidamente los ojos de Isabel y Fernanda, enfocándome solo en ellos; es la mejor técnica con la que cuento para controlarme. Ellas me dan tranquilidad– Mi, mi nombre es Mayte Lascurain – me tiembla la voz, pero si me doy el lujo de tomarme un tiempo dudo que pueda seguir hablando – Desde que tengo uso de razón me gustan los libros, la lectura es mi actividad favorita; por ello me escogí  esta carrera. Mis aspiraciones oscilan entre pertenecer a alguna editorial de libros o, quizás, transcriptora de textos en idiomas. No tengo grandes pasatiempos, como ya lo dije, para mí sentarme con un libro es la mejor inversión de mi tiempo – Listo, ya, no más, no me pidan más de mí.

Me siento rápidamente, porque mis piernas me envían señales avisando que en cualquier momento pueden fallar. Respiro profundo las veces que son necesarias para relajar mis pulmones, temperatura, ansiedad y nervios. Carajo, parece que mi cuerpo entrara en un remolino de sensaciones y emociones, peores a las que experimento con el vértigo. La muy sensata señora retoma el control del lugar, y me alivia saber que no intento preguntar nada más de mí. Me toma unos cuantos minutos regular todos mis sentidos. Cuando siento que ya puedo respirar sin dificultad me doy el lujo de levantar mi mirada, mis ojos buscan su imagen nuevamente. Esta distraído con su teléfono, así que me doy permiso de detallarlo lentamente.  

Es un hombre demasiado varonil, alto, corpulento y tonificado. Pelo castaño y barba, perfectamente cuidada. Su nariz es ancha y a la vez respingada, eso hace que tenga un perfil bastante particular y llamativo. Cuando nos chocamos pude detallar su mirada, extrañamente profunda, con esos ojos verde oscuro que logran hipnotizar. Tiene un porte tan demandante que su sola presencia le impone a cualquiera, sin duda alguna el hombre que cualquier mujer desearía; y no es equivoca la idea, puedo apostar que más de una presente aquí en la sala esta emboba mirándolo. – Igual que tú, idiota - ¡Yo no lo estoy mirando!, bueno… no en ese sentido, solo estoy… ¿analizándolo? Escucho como mi querida vocecita interna se burla de mí. No sé cuánto tiempo me quedo con la vista pegada a él, pero presiento que fue lo suficiente para que se sintiera observado. Levanto su vista de su móvil, supongo que buscando esa mirada sobre él, y en ese momento sus ojos se encontraron con los míos. Una sensación extraña me recorrió de pies a cabeza, me sostenía la mirada y mi propósito era hacerlo también, pero después de unos segundos no aguanto. Me ruborizo de inmediato, la sensación que me provoca en mí, el saber que me mira es algo que no puedo explicar. Bajo mi vista hacia mis manos, resignada a que el duelo de miradas lo acaba de ganar él.



*En la mitología griega, es la personificación del Sol.
*Imagen; Orgullo y perjuicio - Jane Austen

No hay comentarios:

Publicar un comentario