domingo, 11 de diciembre de 2016

Capítulo 4.





No fui capaz de levantar nuevamente la vista hacia él, la timidez se apoderó de mí sin problema alguno; de hecho me sorprende haber mantenido aquel contacto visual por aquellos segundos, eso en mí es un gran logro. Tengo un debate interno entre la necesidad infinita de mirarlo, y con ello desnudar hasta sus más profundos secretos, pero a la vez querer de huir  por temor a que sea él quien descubra los míos… como si tuviese ese poder. No sé si me sigue observando. Ya que no hay nada de interesante en mi doy por descartada la opción, pero no tengo la valentía de corroborarlo. –Ya déjate de estupideces – tomo mi esfero y empiezo a tomar apuntes sin importancia de lo que iba escuchando, mientras acataba mi orden interna y hacía el esfuerzo de alejar esa extraña sensación de mí e ignorar el impulso ilógico de volver a deleitarme con su presencia.

No me di cuenta en qué momento finalizó la clase, pero ya todos recogían sus cosas y se disponían a salir. Había logrado olvidar completamente el hombre que estaba en frente. Respire profundo y me dediqué a hacer lo mismo, siguiendo la idea firme de no volver a poner mis ojos en su dirección. Cambiando rápidamente de pensamientos, contemple que probablemente sería muy buena opción mudarme más cerca de la universidad, como siempre me lo ha dicho Isabel, teniendo en cuenta mi dificultad para despertar a tiempo. Bueno ya tendría tiempo para tomar esa decisión.
Cuando me levante de la silla y me gire para salir sentí unos brazos a mi alrededor que me apretaban con fuerza, no tuve tiempo de ver el rosto de quién era, pero realmente no lo necesitaba para saber.

-          ¡Mayte! – esa inconfundible voz chillona que le salía cuando estaba contenta. Es común que agudice más su tonalidad cuando algo la emocionaba de sobre manera; para muchos podría ser molesto, pero yo amaba esa voz tanto como a ella – ¿Dónde habías estado metida Chi?, ¿Por qué no llegaste antes de la clase?

-          Hola Isa… si me dejarás respirar, quizás te pueda contestar lo que preguntas –musite entre labios, a la vez que respiraba forzosamente tratando de llenar mis pulmones con oxígeno, con la poca oportunidad que me daba. La risilla de Fernanda resonó junto a nosotras. Me fue soltando poco a poco, como si le costara separarse de mi cuerpo, hasta que me liberó por completo, no sin antes dejar un sonoro beso en mi mejilla. Inhale y exhale con fuerza para reconfortar mis pulmones - ¡Gracias!

-          Hola mi May – un abrazo cálido y delicado, a la par de un beso sutil en mi otra mejilla; no hay característica en esta mujer, de ojos profundos, que no sean los de una dama. Inmediatamente me embargo aquel maravilloso perfume de orquídeas que solo ella utilizaba.

-          Hola mi Fer – nos separamos del abrazo, y empezamos a desplazarnos hacia la salida, ya solo quedaban unas cuantas personas adentro. No sabía si él también, “No tiene por qué interesarte” arrojo mi cabecita, y aprobé su acotación – Y en cuanto a sus preguntas, adivinen quién llego tarde, para variar.

-          ¡TÚ! – exclamaron en coro, desencadenando nuestras risas. Era algo que ya catalogábamos de normal, “Mayte Lascurain siempre llega tarde” esa es la frase de mi vida.

-          Exacto, llegue dos minutos tarde y la puerta, increíblemente, ya estaba cerrada – ya estábamos en los pasillos externos. De manera extraña empecé a sentirme observada, pero no le tome importancia.

-          Sí, mi May. Creo que ahora si vas a tener hacer lo imposible por llegar temprano, si todos los maestros van a ser como esta.

-          Fer tiene razón, y yo te lo he dicho mil veces, múdate más cerca como nosotras.

-          Lo voy a pensar seriamente, se los prometo.

Entre risas y comentarios fugaces llegamos a la primera planta del edificio, teníamos una hora libre para la siguiente clase, lo que significaba una sola cosa: café y una buena dosis de conversación. Era necesario ponerlos al tanto de lo que había hecho cada una, durante las vacaciones; habíamos hablado por chat y normalmente hacíamos lo de siempre, pero eso no interesaba siempre teníamos tema de charla. Llegamos a la cafetería, Fernanda y yo fuimos a buscar la fortuna de encontrar una mesa libre, mientras Isa iba por los cafés. Junto a las palmas que decoraban el alrededor encontramos una mesa, con las sillas necesarias; tomamos asiento y tras nosotras ya venía Isabel.

-          Listo, aquí está la dosis de cafeína diaria muchachas – el aroma del café inunda el espacio, instantáneamente la felicidad me rebosa. Mi adicción por este líquido oscuro y cargado, es infinito – Ahora sí, cuénteme que hicieron este tiempo sin mi adorada presencia.

-          Extrañarte, por supuesto. Que mensa eres – las palabras enredadas de Fernanda, a causa de su risa, desataron las mías – Pues me fui a visitar a mis abuelos, como de costumbre. El único plan que tengo para huir de la cotidianidad y caos de esta ciudad. Nada del otro mundo, solo me deje mimar hasta más no poder.

-          Yo amo a tus abuelos wey, son puro amor. Apunta que para las próximas vacaciones me voy contigo, necesito una dosis de apapachos urgente – “la Negri”, como le llamamos a Fernanda, asintió gustosamente – Yo me la pase sumida entre las paredes de mi casa, tapando a Mimi en sus salidas nocturnas para que mi pá no la cachara y escuchando el resumen diario de los casos en el juzgado que tenía él. Voy a terminar haciendo un libro de sus mini historias.

-          Tienes el material y el talento, así que te estas tardando. ¿Y tú, mi May?

-          Me quede aquí leyendo, disfrutando de mi soledad. Pero tuve que viajar unas semanas a Guadalajara, mis padres eran capaz de venir por mí si no aceptaba ir una temporada de vacaciones con ellos y Agustín. No me quejo porque realmente los extrañaba y la pase bien, a excepción de la metiche novia de mi hermano.

-          La hermanita consentida sigue celosa de que otra mujer le robe la completa atención de su hermano – Isabel me hacía burla mientras me molestaba la nariz con su dedo índice, el cual aparte con mi mano mientras bufaba -.

-          No manches Mayte, Agustín lleva con ella meses y tú sigues con lo mismo.

-          Bueno ya déjenme, no estoy celosa… pff, claro que no – ambas se me quedaron viendo con una ceja levantada, rodé los ojos con resignación – Bueno que quieren que haga, siempre hemos sido Agustín y yo, sin ninguna peli roja entrometida. Es MI hermano – hice un esto de tristeza, apoyando mis codos en la mesa y mi cara entre mis manos.

Entre risas, bromas y resúmenes seguimos hablando largo y tendido. Fer nos estaba enseñando algunas fotos que había sacado en el rancho de sus abuelos y de lo que había hecho durante ese tiempo, era un lugar realmente acogedor. De repente volví a sentir que alguien tenía su mirada fija en mí, de una manera potente. Mire a mí alrededor, tratando de escanear cada uno de los rincones que mis ojos alcanzaban, sin éxito alguno. La sensación se hacía cada vez más presente, logrando erizarme cada uno de los vellos de mi espalda y formando un nudo en mi estómago. El solo hecho de que alguien me observara me ponía nerviosa, pero que esa mirada causara aquel revuelo de emociones en mi era algo que me ponía más nerviosa; ni siquiera sabía quién lo estaba haciendo o, peor aún, si alguien realmente me estaba mirando… ¿y si solo era producto de mi imaginación? Por un momento caí en cuenta de que sentí lo mismo cuando me topé con aquel chico y cuando nos miramos en el salón. –Ay Mayte por favor, ahora vas a pensar que aquel sueño hecho hombre te está siguiendo para mirarte – elimine completamente esa sugerencia estúpida de que podría ser él, ni sé de donde salió. La voz de Isabel me regreso a la realidad.


-          Díganme, por favor, que ustedes también se fijaron en el cuero de hombre que entro a mitad de la clase. Claro que lo vieron, si paralizó a todas las presentes.